
Para las personas sensibles, el movimiento es esencial. Acartonados en su mundo rígido, los modernos seres insensibles no aprecian la gracia del mundo que juega a la metamorfosis; en su ruda y civilizada postura, se niegan a la diversión que la naturaleza regala a quien la quiere tomar.
Las culturas en sus formas sencillas, casi primitivas, apreciaban más este ritmo natural, y sus objetos cotidianos, guardaban esa gracia.
Los nuestros, a no ser que sean ofrecidos en el mercado como juguetes, no son objetos graciosos: Hoy, lo lúdico cuesta, no se regala.
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